Carla debería comer menos pasta y arroz para que su pie sane, pero es lo único que recibe; un bebé fue alimentado con suero porque no había leche. La precariedad de la comida en los hospitales venezolanos amenaza la salud de los pacientes. Sin importar que sea diabetes, como en el caso de Carla, o una enfermedad cardiovascular, en los centros de salud pública se sirve lo mismo a todos. “Como lo que traen”, dice resignada Carla López, de 40 años, hospitalizada desde hace tres meses por llagas en un ulcerado pie. A su lado reposa un plato de lentejas y arroz, revoleteado por moscas que espanta con las manos. Una ración desabrida, pues en el Hospital Universitario de Caracas tampoco hay sal. Y aunque el exceso de carbohidratos le dispara los niveles de azúcar en la sangre, no puede pagar una dieta apropiada. Necesitaría 1.5 salarios mínimos para comprar un kilo de pollo, una de las muchas distorsiones de la crisis económica venezolana, con inflación que llegaría a 1,000 por ciento e...